Los pacientes con dolor pélvico suelen recorrer infinidad de consultas tratando de encontrar la solución a su malestar. El dolor pélvico es tan desagradable e incapacitante que puede afectarnos mucho en nuestras actividades cotidianas.

El suelo pélvico está formado por el conjunto de músculos, fascias y ligamentos que sujetan las vísceras pélvicas y se encargan de la función esfinteriana y sexual. La tendencia en algunas personas a la hipertonía de estos músculos puede ser la responsable de su sintomatología.

Actualmente, se ha descrito el Sd. de dolor miofascial del suelo pélvico como la causa más frecuente de dolor en el suelo pélvico y afecta, en gran medida, la calidad de vida de los pacientes. A día de hoy la fisioterapia puede ayudar enormemente en el diagnóstico y tratamiento de este síndrome, obteniendo muy buenos resultados en la mayoría de los casos.
Dolor pélvico
Dolor pélvico

Este síndrome se caracteriza por la presencia de puntos gatillo en la musculatura pelviperineal. Un punto gatillo es una banda tensa dentro de un fascículo muscular que está hipersensible y genera dolor referido a distancia en zonas específicas de cada músculo. Básicamente, son fibras musculares que están irritadas y entran en círculo vicioso de contracción e inflamación y no permiten la relajación muscular.

El músculo elevador del ano tiene diferentes puntos gatillo descritos, pero principalmente su hipertonía suele dar sensación de pelota de golf en el recto, presión rectal y anal. El síntoma más frecuente en este tipo de pacientes es que no pueden permanecer sentados durante mucho tiempo, sin embargo, estar mucho tiempo de pie o realizar cualquier esfuerzo físico también supone una sobrecarga para esta musculatura y desencadena el dolor. Es frecuente también que se asocie a síntomas de hiperactividad vesical y aumento de la frecuencia miccional o defecatoria. Podemos encontrar también dolor referido hacia la uretra y vejiga y sensación de plenitud.

Otras veces aparecen incluso síntomas autonómicos como aumento de la sudoración, edema, congestión pélvica y vaginal, cambios en el color y temperatura local de la piel.

Además, ante tal sintomatología es muy frecuente que aparezcan disfunciones sexuales como consecuencia del dolor en la vagina o vulva, dolor prostático y peneal, dolor eyaculatorio y posteyaculatorio, así como sensación de ardor vaginal postcoital.

Más allá del dolor puramente perineal, los síntomas se pueden sentir también en la zona baja del vientre y zona abdominal, en las ingles y caderas y en la zona glútea. 

El motivo de estas asociaciones del dolor es que la musculatura pelviperineal no trabaja de manera aislada, sino que va en sinergia con el diafragma torácico, la cincha abdominal y la musculatura lumbar, además, se ve también influenciado por la musculatura glútea y los pelvitrocantereos. Es por esto, que el abordaje no se queda sólo en el suelo pélvico, sino que tiene que ser de manera global.

El origen puede ser multifactorial: enfermedad inflamatoria intestinal, estreñimiento, partos, endometriosis, hemorroides, caídas, estrés crónico, intervenciones quirúrgicas, infecciones de repetición, patología lumbar, inmovilidad prolongada, deportes de impacto, estrés mecánico repetitivo, carencias nutricionales, falta de sueño, ansiedad y depresión… por tanto, el tratamiento irá enfocado en función de cuál sea su causa.

Asimismo, existen una serie de enfermedades o disfunciones que, a pesar de que su origen es diferente, tienen en común el Sd. de dolor miofascial. Por tanto, el tratamiento será parecido. Estas entidades son: la prostatitis crónica (bacteriana o abacteriana), el Sd. de dolor pélvico crónico, la endometriosis, la cistitis intersticial, el Sd. del elevador del ano, el Sd. de urgencia miccional, la dispareunia y vulvodinia, el Sd. de colon irritable, la coxigodinia, la trocanteritis y Sd. del piramidal, y el dolor por adherencias cicatriciales.

El tratamiento debe ser siempre multidisciplinar e incluir: fisioterapia del suelo pélvico, cambios en el estilo de vida, tratamiento médico y tratamiento psicológico.

La fisioterapia del suelo pélvico irá orientada a la relajación muscular e inhibición de los puntos gatillo en caso de haberlos, muy necesario para conseguir el alivio del dolor en el síndrome miofascial.

Buscaremos disminuir la inflamación y edema, reeducar la gestión de presiones intraabdominales y reequilibrar la musculatura adyacente que pueda verse también afectada. Algunas técnicas empleadas en fisioterapia son: terapia manual, la radiofrecuencia, la punción seca, el uso de dilatadores, la relajación miofascial, el trabajo postural, los estiramientos, etc. Todo ello respetando en la medida de lo posible la regla del “no dolor” y adaptándonos a cada persona.